domingo, 27 de junio de 2010

Copas






Ella estaba con la mirada perdida. Tenía tal vez 20 años menos que el viejo cerdo de su lado. Era una chica guapa en busca de tranquilidad. Hay personas que se educan para no pelear demasiado. Ella era una de esas personas. La música sonaba despacio. No era una molestia. Parecía atenta a las historias que ese viejo de adolescencia tardía hilaba sin parar. Estuve a punto de levantarme y plantarme con mi gin tonic ante su cara para decirle cualquier mierda, con tal que callara. Prefería dejarles jugar.

Era muy guapa. Morena. De esas chicas que hacen que gires la cabeza por la calle. Inaccesible para un perdedor como yo. Él sin embargo se sabía ganador. Palabra tras palabra tejía sin parar miles de eslóganes con el fin de parecer el macho que no era. Mientras, ella no paraba de romper servilletas de papel.

No sé por qué extraña razón hay mujeres que en momentos semejantes hacen collage con las pobres servilletas de papel. Mientras escribo esto un gilipollas se dedica a pitar en la calle. Son las 4 de la mañana. Debería estar en la cama soñando con un mañana mejor pero hoy hubo exceso de vino.
La música era extrañamente buena para el lugar que frecuentábamos. Ellos no reparaban en detalles. Él se limitaba a cumplir con el trámite de las palabras antes de acabar en la cama, ella dilataba el tiempo de espera. Cuanto más te resistas, más vales solía repetirse.
Apenas percibí dos, tres palabras de su boca en el tiempo que estuve pendiente de ellos. Se sabía quién era la víctima y el cazador. Si era inteligente lo disimulaba bien en el silencio. Tenía esa esperanza ante la cara de triunfador del viejo semental.

La música era buena con lo que me distraje no sin antes percibir como se rascaba compulsivamente el brazo. Estaba nerviosa y él borracho, lo suficiente como para no darse cuenta que no tenía que seguir fingiendo. Podía decir…"nos vamos?...tomamos una en mi casa?". Podría haberle preguntado si su madre no llegaría antes de las 5 pero sonaría muy lastimero a la par de gracioso.
Estaba muy borracho como para cebarme con ellos. Me llegaba con lo mío. Tomar conciencia de lo que no disfrutaba a parte de mi voyerismo.
A medida que asciendo hasta mi casa, mis llaves se vuelven más esquivas. Soy un zombi y ella una puta que no se quiere lo más mínimo. Él solía distinguir entre valientes y cobardes. Le gustaba discutir con los primeros y acostarse con los segundos.


Siempre desconfié de los primeros y sus intenciones y rechacé los segundos por su incapacidad para volar. Ella esta noche volará recordando seguramente todas las manos que tocaron sus pechos y tal vez llore de rabia. Se había propuesto cambiar. No hay persona más feliz que la que vive en la ignorancia. Su rostro era el de un ser anodino. No conducía a nada salvo una cama. Cama a la que volveré inmediatamente puesto que mi boca no controla más al sueño.

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