jueves, 30 de junio de 2011

Un dia ordinario

Me arrancare la piel a tiras
me arrancare el corazon apagado
dejare mis venas abiertas
cada vez que me vaya de tu lado
cada vez que renuncie a ti
me quitare los ojos
me cortare la punta de los dedos
dejare mis heridas abiertas
cada vez que me vaya de tu lado
cada vez que renuncie a ti

conducire despacio mi coche
lejos lejos de todo
intentare apretar mis visceras
y aguantar la respiracion
hasta que todo haya pasado
hasta que vuelva a empezar
curado

domingo, 5 de junio de 2011

Nadie las puede tocar





Las estrellas no se pueden matar. Es de las pocas cosas que el viejo solía murmurar sobre su vieja y destartalada barca.
El día se hacía solitario, la noche te traicionaba con las sombras de la soledad más absoluta en medio de la mar.

Las estrellas no se pueden matar y encerrar bajo llave. Ellas son de las pocas cosas sin corromper. Mira hacia su alrededor, no hay fronteras para extender el dolor que sus manos cortadas por el sedal gritan a cada gota de roja tinta.

Esboza una mueca. A mi edad tendría que estar cuidando a unos nietos. Nunca llegaron. Ese camino se llenó de maleza con la muerte de su mujer, siendo ella muy joven, con su primer embarazo. No hubo más. Tenía el anzuelo clavado, enterrado en las vértebras.

El dolor se mezcla con el dolor. Aprieta los dientes. Se debate entre la clemencia y la rendición. Teñir una con la otra sería fácil. "Nadie te observa"- murmura. "Déjate caer". Deshace el daño. Nada puede hacerle daño ya. Ha pasado el umbral en lo que lo mundano deja de ser importante. Lo prioritario ahora es dejarse caer, mirar hacia las estrellas que nadie puede matar, susurrarles lo cansado que está mientras las olas acompasan el sueño de los cansados ojos azules del viejo.