martes, 16 de marzo de 2010

Ruido



Él

Se hizo patente que por la expresión de tu cara aquellas palabras que te dediqué el día de difuntos no fueron las más acertadas desde tu orilla.
No las elegí, apenas tengo tiempo para perderlo en seleccionar los filos con los que destriparía tu orgullo. Fui natural, tanto que no hubo conservantes. Te dije todo aquello que me exigiste a golpe de silencios tensos durante todas aquellas tardes de verano en las que nos cruzábamos las miradas para volver a sudar envueltos en sábanas que tapasen nuestros cuerpos.

Cuando nuestras voces se empezaron a distanciar sabíamos que la opción que nos quedaba era gritarnos a la cara todo aquello que habíamos apostado y que por otra parte, estábamos perdiendo a cada instante de compañía solitaria. Lo sabías pero quien tuvo que emigrar en busca de sustancias dopantes y consuelo profesional fue este pedazo de carne que tantas alegrías te dio y que rápidamente, quemaste.

Ahora veo por primera vez en mucho tiempo una muestra de tu debilidad, no sé si hacia mi o hacia ti…pero una grieta en definitiva en tu gruesa máscara roja transparente.

Ella

Se hizo patente por la expresión de tu cara y tus puños cerrados que llevabas tiempo esperando este momento de venganza. No te culpo. Es algo natural. Por fin veo en ti algo más que fría indiferencia, por fin veo en ti a un dueño de si mismo, aunque llegues tarde, muy tarde.

Nunca te pedí nada, lo sabes. Nos pusimos a prueba durante demasiado tiempo en un juego llamado orgullo. Las consecuencias fueron las que fueron. Nada casuales. Ni siquiera su presencia en mi cama me provocó rabia, no fue un accidente…no existen las casualidades. Pasó porque lo decidiste asi, lo buscaste mientras me perdías, mientras asentía. No merecíamos hacernos tanto daño permaneciendo atados el uno al otro. No mientras jugásemos con dados trucados. Nunca lo supiste, pero compartíamos algo más que sábanas. Hay muchas formas de soportar el daño. Elegí la misma que tú.

Ahora veo por primera vez en mucho tiempo una muestra de tu debilidad, estoy segura que por mí, y me emociono aunque llegues tarde, muy tarde.

martes, 9 de marzo de 2010

Sonámbulo



Me desperté con la sensación de no haber dormido apenas un par de minutos, el silencio de la calle lo inundaba todo de forma absoluta. Ocasionalmente algún perro ladraba en el exterior ahuyentando a sus fantasmas particulares. Los míos se aferraban inmunes a mis pataletas.

Nunca pude entender esa facilidad de algunas personas para viajar en el tiempo, del pasado al presente, aparecer no en tu cama a tu lado sino más bien en ese extraño limbo de las superficies comerciales, mirar pero no tocar.

Lo peor de perder el nexo con el sueño es que te recuerda tu incapacidad, la impotencia de lograr aquello que tanto deseas como necesitas sabiéndote muy cerca de él. La insoportable idea de que no todo depende de tus pasos puesto que es el camino quien te recorre a ti en ciertas ocasiones de desorientación.


Las horas pasan con extrema lentitud, intento acelerarlas con canciones e imaginaciones sin mucho éxito. Todo esfuerzo me llevaba inevitablemente a recordar los momentos que pudieron ser y no fueron, los que fueron y dejaron de ser, las posibilidades truncadas y los miles de vidas cercenadas a golpe de machete a miles de kilómetros de aquí. Tenemos esa extraña cualidad de alterar la vida presente y futura, no pasada. De manera drástica, sin pedir permiso llegas en lo más frío de la noche y derribas las ilusiones construidas a golpe de inocencia y esperanza.

Cuando me hablan de tener fe, esperanza no puedo evitar esbozar una sonrisa. Ellos no saben nada. Desde sus atalayas de vidas reordenadas hablan de ella como si fuese un bien común que a todos toca con su varita mágica. Sin tener que esforzarse, como si el mero hecho de dejarte poseer por ella bastase para alcanzar alguna meta feliz. Hablan absolutistas ellos de encuentros y búsquedas, de momentos oscuros ahora olvidados.

Sigo sin encontrar la bombilla que encaje e ilumine esta estancia en la madrugada. He recorrido toda forma humana de tienda y mis llamadas a la fábrica nocturna del Norte siguen sin obtener respuesta. ¿Me hablaban de esperanza cuando soy apenas incapaz de encontrarla en el único lugar dónde no sangras? Cierro los ojos con fuerza y deseo dejar de desear.

Viajo en el tiempo al pasado y allí encuentro el recuerdo del buen soñador. Dejo todo esto, escapo.