lunes, 4 de junio de 2012

Viejo

Hoy puedo decir que he renunciado a mi mismo. Prometo morirme pausadamente, hacerme más lento, más conservador, menos literario. Prometo dar rienda suelta a las rutinas, las diatribas y las romerías. Colgaré bolitas de naftalina, contaré cada moneda para llegar a final de mes. Criticaré a las jóvenes por su vida malgastada, enviudado por la soledad. Prometo sentarme cada mañana en ese banco maltratado como yo mismo, con migas de pan y palomas que picotean cerca, a mi lado, los pies. Prometo enfermar con cada suspiro de aire y perder la vida con todo lo que hice antes. Prometo envejecer, perder la vida con palabras amontonadas como cabezas guillotinadas.

Guillotina

Las voces pugnan por salir a flote. Una por encima de otra, se amontonan como cabezas guillotinadas. Ponemos cara de habernos entendido. Cambias de tema y la lluvia arrastra toda la basura acumulada. No creo en las palabras. No quiero palabras. Prefiero los gestos, tus gestos, serenos, llenos de sentido, religiosos hasta el fundamentalismo. Me quedo con tu mirada, quieta, atenta. Tu boca expectante, acechando una sonrisa. La nariz que me busca, latente, acompasada de latidos. Vida. En ese breve espacio de tiempo en el que me olvido de mi, doy gracias a quien quiera escucharme, por ti.