domingo, 9 de mayo de 2010

La escalera de incendios

Creo que los pasos se aceleran en una cadencia sin igual, mientras la mano se esconde en el interior del bolsillo. Aprieta aire. No hay deseo de regresar a casa, esta noche bien valdría la tuya.

Sin embargo, el silencio es el mejor escondite para un don nadie. Es un buen lugar de encuentro para todos nosotros. Los que jamás nos comeremos el mundo.

A las 8, dentro de escasas horas me despertaré maldiciendo mi estúpida manía de no clavarme disciplina militar como terapia de choque. Cuando logre quitarme estas capas de pesadez escupiré entre diferentes fluidos el torpe trazado con el que esta noche malgasté el tiempo.

A las 9 cuando logre convertirme en algo productivo maldeciré por mi estúpida manía de no acabar lo que empiezo. Así será mi día, lento en la infamia, y la propia propaganda malintencionada que escribo.

Podré ganarme el derecho de comerme un bocadillo y una cerveza, pagar una pequeña parte de los recibos y tal vez, encontrarte en las escaleras dónde solías esperar a los niños del edificio. Si el ascensor está estropeado no pienses mal. No tendré más remedio que ignorarte al pasar a pesar de tu apertura de piernas y tu aroma tan bien intencionado.

Mientras me aproximo al portal de mi refugio pienso que tal vez sería buena idea dar una vuelta de esas largas sin destino fijo esperando a que la luz del día te duerma en las escaleras dónde solíamos jugar.

Pasan las horas y no logro levantarme. Pierdo un día de trabajo pero es en estos momentos dónde perder se convierte en su contrario.

Pasan las horas y no logro convencerme. Ayer subí directamente para mi refugio. No nos cruzamos pero en la puerta olía a ti, a ese perfume tuyo que solía masticar.

Logro ponerme de pié. La cama absorbió todos mis golpes y sudores. Tengo que irme...quemar este edificio vacío sin ti.

jueves, 6 de mayo de 2010

No contestes...



Suena el teléfono, suena el teléfono…el silencio se ve interrumpido por el estridente chillido del experto en pésimas noticias.
Una palabra, tan sólo una palabra fue suficiente para acabar con todo. Todo lo que articulaste tras ella, tras esa infame palabra carecía de sentido para mi, ni me importaba si quiera. Esa palabra, ese silencio violado por y para esa palabra…

La delgada línea de la ignorancia, la frontera entre lo estable e inestable, entre la superficie y el fondo, hondo y oscuro se diluyó temblorosa por tu voz, suavemente por mis tímpanos colonizando mis sentidos, esclavo de una palabra. Todo lo que me rodeaba perdió su brillo, vivía una escena en blanco y negro con subtítulos en polaco. No entendía nada. Obsesivamente mi boca gritaba “porqués” que el eco no tardaba en contestar. Preguntas que como ese juego sencillo de la oruga que los niños tiran escaleras abajo, sabías que tarde o temprano…tendrías que aclarar.

Logro no estampar el teléfono contra la pared. Tengo demasiados cuadros rellenando vacíos. Me dejo caer sobre el sofá lleno de deseos. Mirada perdida. Manos caídas. Lentamente respiro invocando algún suspiro que me arranque esta sensación de dentro. Vuelve el silencio pero distinto. Algo ha cambiado en él o en mí. Ya nada será lo mismo en su presencia porque tu ausencia lo llenará todo excepto las paredes de mis ojos.

Suena el teléfono de nuevo. Vuelve a violar lo sagrado del momento pero ya no me importa. ¿Contesto?.

domingo, 2 de mayo de 2010

Perros perdidos





Llegar a casa en medio de la níbula en la que te encuentras tras dejarte invitar por amigos a cervezas y licores varios tiene su dificultad...llegar a casa y encontrártela misteriosamente en silencio...es duro...todo hasta ese momento desbordaba ruido, ruido...sudor y humo. Llegas a tu refugio, tomas conciencia de tu propio hedor, de todo lo que querías decir y no pudiste gritar por encima del estruendo de los altavoces. No me hace falta tanta potencia...me conozco los temas de memoria, es lo único que conservo a estas horas.

Mis manos no se corresponden con mi edad. Parecen más viejas. Creo que me han cortado mis pares originales uniéndome otras de un voluntario anónimo. Apenas noto el tacto del frío de la cama, de las sábanas, apenas noto el deseo de tocarte, ni siquiera escribo nombres en el aire. Sin embargo te entregas a mi gratuitamente pienso, joven y adúltera veterana de guerras que te ha tocado vivir. Eres muy amable por acompañarme a estas horas e indicarme el camino hacia la perdición. Lo he recorrido tantas veces con otras compañeras tuyas que casi casi...lo convierto en una profesión. Perdedor.

No hay nada más amargo que sentirse perdedor en la victoria...esos momentos en los que se supone que debes estar agradecido y contento de lo que has conseguido. Sin embargo...soy un barco hundido.

Pero esta noche me haré el desorientado y fingiré como nunca lo has hecho. Seré parte de ti sin buscar consuelos. Me dejaré acunar por los silencios que logras tejer a base de sueños truncados y estancados. Nunca has dejado de soñar...pero olvidas. Nunca he olvidado lo que sueño y para muestra tú, a mi lado. Me recuerdas tanto tanto lo que he pecado, mis traiciones y mis tribulaciones que te abrazo tan fuerte que te asustas y huyes. Suena el despertador. Te has ido mientras la luz del día dibuja tu sombra en esta cama vacía de ti y ya, de mi.

Te pierdo a sabiendas que te encontraré otra vez en el mismo lugar, con tu misma fachada...en la misma mesa de azulejos dónde solíamos soñar.