miércoles, 7 de abril de 2010

Aquí, sí, aquí.




(Francis Bacon)



Regreso a casa tras arrastrarme por el día. La noche no será larga me prometo. Tal vez un poco de comida rancia y bebida todavía más rancia aligeren la carga. El dolor de estómago es un viaje placentero por un paraje dónde todo lo que se pudre entre mi mirada, deja de oler.

La casa vacía me acoge con su frialdad. Siempre que llego ante la puerta tengo la misma estúpida esperanza de verte sonreír ante ella esperando la sorpresa de mi cara. Es una vana esperanza. Nuestras vidas se basan en vanas esperanzas rotas la mayoría. Pisoteadas por norma general por nuestros torpes pies o la de nuestros vecinos de alcoba.

No enciendo nada. El silencio es más que suficiente para comunicarse. Me dice cada día lo mismo. No lo repite mucho. Un sólo susurro es más que suficiente para retenerme absorto en medio de la oscuridad, en un sofá demasiado grande para dos. Demasiado espacio para acomodar nuestros egos y no dar nunca el brazo a torcer. Ahora no tengo más remedio que retorcerme de dolor tirado en el suelo sobre la alfombra que nos vio tantas veces volver a nacer.

Las cartas ya no tienen remitente. Hace tiempo que el buzón se ha roto oscilando al capricho del viento. Emite un leve crujido que mis huesos imitan con desagradable exactitud. No se lo reprocho. Me porté mal con ellos. Soy lo más parecido a un saco de huesos disfrazado de carne.

Y sé que duele...que todo al final de su existencia inevitablemente duele aunque la paz sea con uno, duele, aunque te vayas despacio y en silencio, dolerá por un sencillo ejercicio de empatía al dejar atrás toda esta mierda que en ocasiones, apartándola un poco con un palo, descubre la fría tierra que pisan nuestros pies. Una tierra que en este momento añoro entre estos ataúdes de cemento y cristal convertidos en ciudad, cortando de raíz precisamente eso, nuestras raíces.

Ya no se escuchan risas de niños en el patio. Es muy tarde me reprocho...sería estúpido pensar lo contrario. Mañana cuando logre arrastrarme hasta la ducha agradeciendo la fortuna de tener una obligación para ello, me encontraré embutido en el mismo silencio que anoche, en sueños, me acogió.
Termino de enfilar la cena. Dejo que el silencio me envuelva. No tengo frío. No siento y eso es ya para mí un consuelo. Mañana no importa. Ayer ni lo recuerdo. Ahora…déjame contemplarme ahora. No me gusta este reflejo pero me consuelo pensando que es tan sólo eso, un reflejo.

4 comentarios:

  1. Lo he leído tres veces...

    Deja un sabor agridulce, me ha gustado la impronta personal que destila, y cómo narra la realidad que nos invade a tantos de nosotros.

    Gracias

    La nueva

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  2. Gracias Marián por tus palabras...

    Vivimos una invasión silenciosa de soledades.

    Saludiños

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  3. Qué extraño es leerte.
    Aquí, sí aquí.

    Las geometrias paralalepípedas se empeñan en ser esferas y sólo algunos con fuerza titática verán las curvas de nivel que dospierres sin no son al cuadrado...

    A parte de Albricias ¿Sabes alguna otra?

    Y no afines la neurona que no estoy por la labor...o sí, yo que sé...

    Tú o rist, que rarito eres por los dioses.
    ;)

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  4. Las geometrias paralalepípedas se empeñan en ser esferas y sólo algunos con fuerza titática verán las curvas de nivel que dospierres sin no son al cuadrado...

    Y soy rarito dices? vamos....q sentido de la ironia paralelípeda me tienes querida Ane, le rogaría mayor definición en sus comentarios para no acabar con la escasa neurona alcoholizada en estos momentos que me queda.

    Pd: No bebais nunca licor café sin la presencia de adultos en las cercanías o estareis a la merced de depravados.

    Pd2: Ser depravado está de moda hoy en día...espero que no se extienda entre la fauna local pq en primavera...es mala época.

    Pd3: Anele...eres una depravada de las palabras. ;)

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