viernes, 31 de diciembre de 2010

Fin de año

No puedo dormir. La culpa me mantiene despierto. No soy practicante aunque creo más en los cielos que las palabras que suelo encontrarme por el suelo mientras camino por la noche de vuelta a mi caverna.

Recientemente me he mudado. He cambiado de piel como las serpientes pero todavía no me adapto. Las paredes me parecen frías. Sin rastro alguno de tu aliento, de tus manos encrespadas por una mezcla de dolor y placer. No me pertenecen.
He tratado de construir un nuevo refugio donde mantenerme a salvo de todos olvidándome de mi mismo.

Suelo caminar todas las noches antes de regresar. No sé lo que busco ni a quien pero cuanto más camino más recuerdo esas paredes impersonales.

Mis manos no me pertenecen, mis pies no me pertenecen, mi boca no me pertenece, mis ojos no me pertenecen, mi pecho no me pertenece. Caminar me resulta pesado pero quedarme encerrado entre tanta pared carente de recuerdo me resulta insoportable.
Ser me resulta una tarea pesada.

Soy consciente de que tengo un trabajo considerado por todos como loable, soy consciente de que he hecho en esta vida todo lo que he querido pero no he querido todo lo que he hecho. Camino sin ganas mientras la pasión que hace años me impulsaba a destruir el mundo para rehacerlo a tu imagen y semejanza ha desaparecido.

Si te tuviera aqui, ahora delante dejaría que lentamente me torturases con tu boca, que me recordaras lo duro que es la pérdida de lo que tanto he amado, que me brindaras un segundo de fantasía a cambio de meses de silencios. Suena desesperado. No te estoy llamando a ti sino a ti y a ti y a ti también, a la que tanto daño he provocado culpándome de todo y negándome la nada.

No puedo dormir. La culpa me mantiene quieto. Tu boca, atado.

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