
El telón se baja con nuestras zapatillas viejas usadas llenas de polvo. La noche todavía aguarda. No es tarde para irse a dormir susurras. Nunca te hago caso, no insistas. Déjame en esta esquina. Todavía tengo algo que hacer. La noche todavía aguarda. La verdad es que nunca termina. Mis ojos están acostumbrados a ella. Por ello cada vez que veo una luz de neón me quemo como una polilla.
No hay nadie por las calles por las que suelo habitar. El alcohol se confunde con regueros de orines. Huele a viernes. Es tal vez demasiado tarde para empezar e incluso arrepentirse. Queda lo que queda, lo que puedes contemplar. Todo lo demás no existe. Es la magia de la palabra.
Los grupos repiten las mismas rutinas de cada semana. Los mismos locales, la misma música. No hay quien cambie esta dinámica. Nos sentimos seguros en ella. Bebemos las mismas cosas en casi idénticas cantidades. Sonríes a las mismas personas pues es la costumbre. De vez en cuando hay algún cambio aunque estamos demasiado perdidos para encontrarlo.
Entro en uno de esos mismos locales. Estamos los de siempre. No me sorprende. Soy recibido como un jefe de estado, con el himno que “Nadie sabe”. Inconfundible ese bajo ronco, casi colocado que repite una y otra vez…”nadie sabe”. Me animo. Pido una cerveza. La gente saluda de manera sincera o no. Me importa poco la verdad a estas horas de mi vida. La sinceridad es un arte que pocos comparten, el mundo carece de artistas y sobra de cobardes.
Entablas conversación conmigo o yo contigo. Veo para el espejo, no estás. Será cosa del cansancio, suena “Where is my mind” y sonrío, sonríes. Vivimos tiempos extraños pronuncias. Tengo ganas de gritarte pero me contengo como casi siempre. Me pregunto cómo sería el mundo si dejase de ser extraño. Qué sería de ti y de mí. A quien le pediría un poco de aire, a quien besarías en silencio lleno de cómplices. ¿Cómo nos engañaríamos con tantas buenas intenciones?
Me doy cuenta de que estoy rodeado de ellas. Incluso yo mismo soy un proyecto lleno de ellas. El único problema es que he agotado mis noches de “promesas” . Esta concretamente es una continuación de ayer y anteayer. Caída en picado. Me preguntas si me pasa algo. Sabes que me gusta volar te susurro despacio, de esa forma que te obliga a acercarte un poco más, demasiado cerca para echarte atrás. Te cuento un secreto de buen amigo. No quiero hacerte daño. Te suplico un “lo siento” mientras me miras despacio. Asientes. Pareces relajado. Me pones una mano en el hombro y me dices, gracias. Me siento aliviado. Puedo seguir mi camino, me has liberado. Al mismo tiempo, me acerco un poco más a ti.
De todas formas insistes en tu pregunta e insisto en mis respuestas. Sabes, amigo, que me gusta volar.
A los Pixies le sucede Smashing Pumpkins, 1979, noche melancólica parece, todas esas canciones me recuerdan tanto que necesito parar. Cierro los ojos por un instante. Las imágenes me sacuden. Cientos de caras, risas, miradas, algunas cercanas, otras fingidas en la oscuridad donde solía encontrarte.
Siento un empujón. Eh! Vamos! Me gritas. Hora de cambio.
Vivo con ese lema en el papel higiénico. Hora de cambio.
El panorama empeora. Con lo bien que estaba dentro de mi cueva sonora. En la calle las masturbaciones son en masa. El porno es una proclama en cada sonrisa mal dibujada.
Entramos por turnos. La boca del infierno le llamas. Campo de nabos nos dice el portero. Gracias por el aviso “meu” le contesto. No tengo el cuerpo para incendios y más últimamente con el tipo de riego al que lo someto. Suena Red Hot, más viaje en el tiempo, pero no lo suficiente me digo pellizcando el pulgar por si fuera un sueño. Pido un agua. El camarero me mira extraño. Un agua por favor repito. Es el mar muerto, flotamos como podemos conviviendo tiburones con salmones.
Alguien ajeno me sonríe. Quiere vacilar. Sí que es raro venir a este antro y pedirse un agua, pronuncia seseante. Si la tienen es para vender respondo con un tono neutro. Empiezo a calentarme. Ya! Insiste el ajeno, pero es extraño y tiene huevos que pidas un agua en este garito. No sé qué perra le ha entrado a este tipo así que hago gala de mis habilidades diplomáticas en decadencia últimamente para espetarle. Lo importante “meu” es estar y no lo que bebes. Parece que lo entiende cosa que me sorprende dadas las horas que son. Me deja tranquilo. Paz firmada.
Me señalas con un dedo. La boca del infierno le llamas. Ahora lo entiendo. La gente tiene la cara desfigurada, descolocada. Estamos en el interior de lo abstracto. Eso es algo que a menudo vivimos. Nunca me ha gustado, te digo. El qué preguntas. Lo absurdo y lo abstracto.
¿A qué te refieres? Curioseas.
A lo absurdo del aviso del portero, a lo abstracto de buscar los consuelos que nos hacen dormir despiertos. A lo absurdo de este amigo tuyo cansino y borracho. A lo abstracto del deseo y los sueños desdibujados. Respondo pausado.
Es cosa de la neblina de este antro respondes. Puede ser susurro para mis adentros no muy convencido, puede ser.
Decido irme. Ha sido suficiente. Siempre lo es hasta que me hago daño. No necesito más dosis de realidad encapsulada ni palabras camufladas, ni llamadas no contestadas. Creo que ha sido suficiente por una larga temporada. Tengo la inspiración suficiente. He bebido tanto de su sangre como para alejar al blanco del papel.
Sonríes. Sabes lo que pienso más no lo que siento. Es mi ventaja sobre ti. ¿Tienes lo que has venido a buscar? Preguntas irónico.
Sí, nada más entrar la vi. Ella nunca se esconde. La tengo siempre en mi cabeza.
Rompes a reír mientras que irónico te contesto. Es lo que vas a cantar.
El telón se baja más no para mis ojos que te buscarán siempre, aunque no puedas verme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario