
Anoche creo que te comenté algo sobre la traicionera beatitud de las horas oscuras en las que presos del más denso alcohol, nos volvemos ajenos a nosotros mismos. Extraños para nuestras neuronas espejo.
Esta noche ha sido continuidad de la anterior. Si cabe, hemos atado más cabos. Lo primero es contar las sonrisas que nos hemos encontrado. He respondido con mi mejor repertorio y en algunos casos, amansado a fieras.
En otros, sólo he encontrado el frío yermo de un tirano venido a menos con el paso de los años. Uno de esos seres estancos, estancados, estampados en serie, estatutarios, estratificados al mismo lema, estalinizados por su mera presencia, seres de estraperlo, lo dicho. No me siento dolido por ello. He sonreído lo mejor posible coherentemente a mis deseos de verte. En ocasiones logro arrancar algo de ti, con ello me basta. Lo demás no vale nada si no lleva tu olor.
Puede ser que hacerse viejo sea algo inevitable, puede ser, más si hacerlo es sinónimo de perder trozos de ti, lastres más o menos pesados debería discutirlo con el que pone el sello a nuestras partidas de nacimiento.
Asumo que llevo muchos años de sereno envejecimiento soltando anclas oxidadas. Creo que es algo que venimos compartiendo últimamente. La oferta de defunciones no es la misma que la demanda de nacimientos. Puede que aparezcas en mi vida como un semáforo en ámbar, intermitente, con múltiples caras y rarezas mal disimuladas. No me importa. Me encantás.
Puede que tú desaparezcas de mi vida como un semáforo en rojo, estático, con una misma cara de inflexible rectitud de ideales que te sirven para justificar todo, incluso la ausencia de cariño en tus caricias verbales. No podré impedirlo. Partirás.
Puede que aparezcas en mi vida como un semáforo en verde, sonriente de labios rojos, con una mirada tan convincente que hasta la justicia se quitaría la venda para verte. Completamente parcial. No es un delirio. Llegará.
Mientras mis augurios se ponen de acuerdo, llega el momento de regresar a la vigilia del sueño. No distingo ya si fuiste o eres real. La niebla de las culpas ocultan los restos.
Volvemos a puerto. La noche es agresiva. Puede que haya algún muerto. Evitamos males mayores. Me gritan que me aparte. No pienso evitarlo. La gente está demasiado borracha. Podré esquivarlo pero tú amigo, no quiero verte caer. Fíjate en mí. La frialdad vale para algo aunque sudes vinagre y tu aliento sea ginebra.
Déjame llevarte a casa. Te pondré a salvo. Volvemos a dónde nadie puede tocarte. Este puerto y refugio dónde espero encontrarte aunque sea la estela de tu paso, aunque seas ámbar en mis manos.
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