Ella estaba tan cerca que sus venas sonaban a latido, llenos de vida y exigencia.
Me pregunta con su voz cosecha del 87 qué es lo que más me gusta de una mujer.
Sonrío. Pienso en todas, pienso en ella, siento que me han hecho esa pregunta un millón de veces antes sin que pudiera caer en las obviedades y convencionalismos.
Todo, respondo. Me gusta todo. Todo lo que puedas llevar o no. Todo lo que te pueda arrancar o no. Podría decirte que me gusta el espíritu y no te mentiría pero no olvides que mi cuerpo habla otro lenguaje. Uno más básico aunque con el tiempo se vuelva un foco de complejidades.
Me gusta todo lo que pueda aportarme, termino. En ese amplio saco cabes tú, ella...
Ahora bien. Me guardo los detalles pues es ahí donde podrías conquistarme. Encontrar o no una tierra quemada.
Ella estaba tan cerca que su voz latía con la exigencia del momento. Somos demasiado exigentes tal vez.Pensamos demasiado en mañana, en pérdidas todavía sin aclarar. Pedimos la cuenta y nos vamos antes de empezar. Se me hace extraño estar tan borracho hablando de lo que puede o no gustarme.
Me podría atraer tanto un latido o una voz pulsante como una sencilla mirada llena de picardía. ¿Qué hacemos tú y yo en un mundo tan cambiante si somos dos lobos solitarios perdidos en un mar de dudas?.
Abrázame. Es una buena forma de hacerme ver que puedo estar equivocado.
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