Mi padre no solía estar en casa cuando me acostaba. No solía estar en casa nunca, sin embargo, su figura era para mi motivo de veneración ciega. - "Sin el esfuerzo de tu padre no podríamos comer" - . No podía negarlo. Dependíamos de él para todo. Era para mi como una figura mitológica mitad humano mitad divino.
Las pocas ocasiones en las que su trabajo le permitía estar con nosotros trataba de hacer notar su papel como padre tanto para lo bueno como para lo malo. El camino más fácil para el exceso. Recuperar el tiempo perdido.
Era una costumbre sus gritos, su mal humor. El mundo giraba y giraba mientras él se quedaba atrás.
Mi padre me enseñó que el mundo se regía por unas reglas.Él era el claro ejemplo de ello. Leyes no escritas pero repetidas día tras día se iban grabando a fuego sobre mi conciencia, preparando el camino para la desesperación.
Mi padre me mintió, me estafó. El mundo que él me enseñaba bajo el prisma de sus normas, de las leyes propias construidas con sangre y esfuerzo sólo eran válidas para él mismo. Tardé años en descubrirlo. No fue fácil. Fueron muchos los malos momentos vividos, las traiciones inflingidas, pero acabé por entender que mi padre me engañó al hacerme creer que las cosas que sucedían a mi alrededor podían etiquetarse y juzgarse bajo sus normas.
El tiempo que trataba de recuperar con su familia también lo trataba de recuperar en su vida no adaptándose sino por el contrario, obligandonos a seguirle en sus dictados.
Mi padre con el tiempo desapareció y yo heredé el mundo con la enormidad que provocaba el miedo que veía por todas partes y que no tardó en adueñarse de mi.
Eso es terrible.
ResponderEliminarEducar a alguien para un mundo que no existe es terrible...es una condena, un lastre.
ResponderEliminar