domingo, 20 de diciembre de 2009

Bombay sabe mejor sin ti...

La noche es fría, como todo lo que me rodea últimamente...no paro de preguntarme que coño hago yo aquí, en la noche más poblada anticipo de lo que se avecina. Orgías de cenas rodean mis pasos y entre tanta gente no logro encontrar nada de calor, nada que me alimente. Acelero mi caminar...espero...ellos continúan dentro, rodeados de entes agrupados en individualidades comunes bailando al son de la misma música que alguien muy profesional considera que es del gusto común. Tengo serias dudas con respecto a todo…no sólo por mi.

Me preguntan si no tengo frío, respondo que no…miento muy bien…tolero mejor mis mentiras que mis propios engaños. En el interior el hedor era insoportable. Perfume a granel, sudor, alcohol mezclado de halitosis, fritanga impregnada en las frentes de los líderes auto republicanos. Huir! También se me da bien.

Me sentaría feliz en esta esquina de la calle donde se mezcla una iglesia con meadas de peatones, vómitos de fieles seguidores, la envidia, las lolitas de alturas imposibles, y un ensanche humano atestado, más esta noche. Decía que me sentaría feliz al observarte, pero el tiempo corre y prefiero dejarte marchar ignorante de mi mirada inquisitiva. Tengo la paciencia que nunca sospechaste. Soy bueno evitando la sospecha ajena. Un cazador que evita las miradas delatoras.

Es lo bueno de la insignificancia exagerada, que todo puede convertirse de la noche a la mañana en todo o nada. No hay término medio en la noche helada. Vuelves a casa lleno de palabras que tu boca procura pronunciar o vuelves a casa con la espalda cargada por el humo de cigarros que han soplado en tu cara. Es ciertamente divertido contemplar como un babuino lanza bromeando sobre ti un cigarro entre risas gritándote perdón perdón…la diversión está en observar como tu resistencia a la violencia se vuelve cada vez más frágil. Divertido observar como toneladas de maquillaje mal repartido se abalanzan sobre ti con el ariete del Ducados entre dedos que bien podrían estar boca abajo en un lineal de un supermercado, en l a sección de embutidos. Me siento como el protagonista de Matrix, evitando en tiempo bala esas luminarias, sin recibir ni tan siquiera una mirada mínimamente arrepentida. Dadme las pastillas rojas y azules, haré un coctel con ellas y un Bombay Shapir para digerir mejor el choque de surrealismo que padezco a estas horas de la noche. No entiendo mi sinsentido del humor, no entiendo nada de lo que me gritan al oído pero sonríes igual. Es lo que socialmente se estila por estos lares. Dientes. Algunos afilados, otros encapsulados, agrietados, dorados, amarillentos, descolocados, o desaparecidos. Dientes.

Me paso la lengua por ellos. Todavía tengo todos. La sangre no ha llegado al río pero el orgullo sí está herido al no ser yo quien marca el camino de regreso ni tan siquiera la hora. Me voy. Es lo bueno del anonimato. Que no tengo que pedirte permiso para nada aunque algo me hace sospechar que para vivir un breve momento de alegría repartido entre el aquí y todos los años que me queden por vivir tendré que solicitarte permiso de residencia aunque Bombay sepa mejor sin ti…aunque Bombay sepa mejor a ti.
Mastico los hielos y el dolor hace que me quite rápidamente de la cabeza esa estúpida idea. Me pongo un pijama de verano. No sé cómo. Tengo frío pero no siento el daño.

No creo en las expectativas ni en el humo que se crea en torno a ellas. No creo en nada salvo en lo que siento y no siento. Porque todo lo que percibes lo haces a través del sentimiento y eso es duro de llevar en ocasiones…aún con el sabor reciente en el aliento…es duro sentirse desnudo ante tanta obviedad predicha.


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