Los cielos grises son el mejor escenario para descubrir los secretos de esta playa norteña, salvaje, llena de historias enterradas entre la pesada arena. Los cielos grises me traen entre vientos ululantes los ecos de una tormenta que se acerca sin vacilar, colérica, electrizante, dispuesta a recordarme mi lugar en esta postal de agua, sal y castillos en el aire. No dudo en mostrar cierto temor, estoy sólo en esta vasta desolación. Me detengo en este lento paseo con el que saboreo los recuerdos. A lo lejos la contemplo poderosa, deseando que llegue ante mí empapándome con su cálida lluvia mientras trato de lavar tu rostro. Levanto los brazos hacia el cielo como si fuesen antenas y grito como nunca he gritado, le grito a ella, que como una tormenta de verano llegó a mi vida, de repente, sin avisarlo y desapareció tan rápido que apenas pude darme cuenta de lo que pasó.
Su brevedad e intensidad me recordaron algo…mi lugar en esta postal de agua, sal y castillos derrotados.
A veces la vida parece una jodida postal. Pero merece la pena de vez en cuando gritar ausencias en la cara de alguien.
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