jueves, 25 de noviembre de 2010

Barras

Ella parecía como ausente, ajena a la música excesivamente alta que ocultaba los aullidos de las masas enganchadas al ritmo que un ególatra desde su pedestal pinchaba con una gran sonrisa de satisfacción.

De pié en la barra atestada de penitentes su silueta destacaba por encima del resto gracias a un vestido que luchaba por convertirse en piel. Sus piernas adornadas por unas medias de figuras geométricas eran todo un reclamo para las moscas. Ella las espantaba con su boca perfectamente en rojo sin que apenas sintieras pena del rechazo, tenía esa cualidad. Parecía estar esperando por alguien que por suerte para mis ojos no daba señales de vida.
Tenía la mirada rota, la llama se consumía tras cada canción. Era un descenso a los infiernos de la desesperanza o eso pedía para mis adentros. Llámame miserable. Si estuvieras allí lo comprenderías.

Sus dedos se mojaban en el interior de una copa, un gin tonic con una rodaja de pepino. Los hielos desaparecían rápidamente. No había tiempo para más...pero tras el más había otra realidad...otro resultado y así siempre con cada una de nuestras experiencias.

No tardó en clavar sus ojos sobre mi. Me sentí desnudo. Tonto descuidado! me grité.

Sonrió. No pude disimularlo. Giro los dedos en su copa más despacio como pensando mientras me escurría entre las sombras que bailaban a mi alrededor acercándome como un depredador por la espalda sin conocer el riesgo de creerme cazador cuando en realidad somos siempre presas de nuestros actos...

Ahora tengo que retirarme...dejando a esa nínfula en su barra de penitentes.

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