jueves, 6 de mayo de 2010

No contestes...



Suena el teléfono, suena el teléfono…el silencio se ve interrumpido por el estridente chillido del experto en pésimas noticias.
Una palabra, tan sólo una palabra fue suficiente para acabar con todo. Todo lo que articulaste tras ella, tras esa infame palabra carecía de sentido para mi, ni me importaba si quiera. Esa palabra, ese silencio violado por y para esa palabra…

La delgada línea de la ignorancia, la frontera entre lo estable e inestable, entre la superficie y el fondo, hondo y oscuro se diluyó temblorosa por tu voz, suavemente por mis tímpanos colonizando mis sentidos, esclavo de una palabra. Todo lo que me rodeaba perdió su brillo, vivía una escena en blanco y negro con subtítulos en polaco. No entendía nada. Obsesivamente mi boca gritaba “porqués” que el eco no tardaba en contestar. Preguntas que como ese juego sencillo de la oruga que los niños tiran escaleras abajo, sabías que tarde o temprano…tendrías que aclarar.

Logro no estampar el teléfono contra la pared. Tengo demasiados cuadros rellenando vacíos. Me dejo caer sobre el sofá lleno de deseos. Mirada perdida. Manos caídas. Lentamente respiro invocando algún suspiro que me arranque esta sensación de dentro. Vuelve el silencio pero distinto. Algo ha cambiado en él o en mí. Ya nada será lo mismo en su presencia porque tu ausencia lo llenará todo excepto las paredes de mis ojos.

Suena el teléfono de nuevo. Vuelve a violar lo sagrado del momento pero ya no me importa. ¿Contesto?.

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